e enjte, 31 maj 2007

Querida Lucía:

Recuerdo un día, no muy lejano, en el que las dos nos esforzábamos: vos por dormirte en mi falda, y yo por hacerte dormir cantando el arrorró (cualquiera diría que soy una madre de antaño, pero el arrorró es inevitable y ni por todas las canciones del mundo la cambiaría para hacerte dormir).
Recuerdo ese día en el que, tediosamente, las dos hacíamos el esfuerzo de hamacarnos juntas en la silla del patio, bajo del limonero. Y fue en un instante que te bajaste de mi falda, con los cachetes colorados como dos mazanas enormes de haberte apoyado tan fuerte contra mi pecho, me miraste y me dijiste "Ahora quiero jugar".
No fue un pedido, más bien fue una orden. Me decías: "No me hinches, yo no quiero dormir, y me voy a ir a jugar, pase lo que pase y pienses lo que pienses". Me lo decías con la carita como manzanas, y con el pelo pegoteado en la frente y despeinado en la nuca. Con los rulos desparramados en tu cabeza como tirabuzones aplastados.
Y entonces me agarraste de la mano y agregaste: "Acompañame".
Tampoco era un pedido, era una orden. Pero era la orden más hermosa que jamás me habían dado en la vida. Era un "Acompañame, a jugar, a la vida. Dame la mano y acompañame, que no es lo mismo si juego sola".
Y de a saltos íbamos a buscar tus juguetes mientras cantabas "Estaba la Reina Bata-ta sentada en su plato de la-ta..." y te olvidabas la letra, entonces, yo te la recordaba: "... el co-cinero la miró..."... y vos te acordabás "... y la reina se aba-tató..."... y te olvidabas de la siesta. Y me olvidaba de la siesta. Y las tardes eran mucho más largas entonces...


Y vos ¿te acordás?...
tu madre te quiere, siempre te quiere.

e martë, 29 maj 2007

Querida Lucía:

Si ésta fuera otra época, estas cartas quizás, estarían escritas en papel, de seda, como siempre me hubiera gustado usar. Una vez hice el intento de pedirlo en una librería comercial, y me miraron como si en alma tuviese yo al mismísimo satanás. No es que me interese demasiado cómo me ve la gente, pero algunas veces hay que ser realista y comprender que no es una la normal, siempre.
Si fuera otra época, tal vez, como te venía diciendo, te escribiría en papel de seda, con tinta de tintero, con una pluma o un bolígrafo de esos que nunca me gustó usar. Sería distinto el medio, pero los sentimientos no cambiarían. Sentiría la misma necesidad de contarte, de decirte, de hacerte parte de mi vidahoy, como siempre.
Dicen que ésta es una época de muchas ansiedades. Lo compruebo cada noche, cuando no me puedo dormir y doy vueltas y vueltas en la cama, y en mi cabeza dan vueltas y vueltas miles de ideas, algunas tan locas que nunca se llevarán a cabo.
También pienso en vos, Lucía. En qué peinado te haré mañana para ir al jardín de infantes y en lo complicado que es peinar tus rulos hermosos, y en lo odioso que te resulta que te obligue a peinarlos. Me gustaría dejarte libre de hacer con ellos lo que quieras, tal vez dejarlos sueltos para que el viento los despeine aún más, tal vez apretarlos con esas hebillitas brillantes que te gustan tanto. Me gustaría, si no fuera por que tu maestra se enojaría mucho y te los ataría de prepo en un rodete ajustado.
No es lo que más me preocupa, tampoco, tu peinado. Hay otras cosas, debo confersarlo antes de que pienses que soy una frívola. No... yo se que no pensás eso de mí, ni ahora ni nunca.

Tu madre te quiere, eso también lo sabés.