e diel, 24 qershor 2007

La función del arte

Diego no conocía la mar.
El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla.
Viajaron al sur.
Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre:
�Ayúdame a mirar!

Eduardo Galeano

Lucía, de mi vida:

Si algo heredaste de tu padre son los ojos oscuros y las pestañas larguísimas como persianas. La inteligencia para pensar las cosas y la aficción a las jornadas de mimos eternos.
Y de mi heredaste alguna que otra cosa más: tus rulos, la ansiedad y la necesidad de sentirte querida por todos.
Pero es claro -y esto no se discute- que el amor por el sur lo heredaste de mí.
Que desde el primer día que viniste conmigo a conocerlo, te asombraste con su inmensidad y deseaste no irte nunca más de allí.
Con los ojos abrazaste el paisaje que se dibujaba frente nuestro y empezaste a amar todo eso, tanto, que no quisiste alejarte ni dos pasos de ese lugar.
Yo no se, algunos dicen que soy la culpable, que te sugestioné demasiado, que te pinté un mundo de fantasía, que te obligué a querer el sur como lo quería yo. Pero no se, ya te digo. Es difícil saber si es parte mi influencia lo que te hace amar tanto esta arena, este sol, este mar...

"Mamá ¿te molesta el viento?", me preguntás. "No, hija".
"Ahhh... a mi tampoco!". Y sonreís mostrando la incipiente caída de dientes de leche.
"Entonces estamos bien", agregás derepente.
Y salís corriendo por la playa, pareciendoté a un equeco rojo de tanta ropa que llevás puesta.
Y tus rulos al viento se escapan de la capucha.
Y salgo corriendo por la playa, detrás tuyo. Y mis rulos al viento se me escapan de la capucha.
Y llegás al mar.
Y llego al mar.
Y es ahi, al borde del mundo, con el viento, con la arena, con una mano pequeñisima de guantes amarillos entre mis dedos, donde me doy cuenta.
"Entonces estamos bien", digo. Y el viento se lleva mis palabras...

Te quiero, y amo nuestra nueva aventura...


e martë, 19 qershor 2007

Lucía de mi vida:


Hablar de vos es hablar, un poco, de mí. De lo que quise ser como persona toda mi vida, y de lo que quiero seguir siendo.
Cuando me enteré que iba a tenerte, lo supe inmediatamente "Ahi viene Lucía", y preparé todo para que fuera como me lo había imaginado. Dejé de trabajar tanto para no hacerte daño, disfruté los kilos de sobrepeso, acaricié mi vientre cada día sin olvidarme de la pequeña Lucía que me habitaba. Y que me habita, cada día, me habitás entera.
No hay acción cotidiana o poco habitual que no tenga que ver con vos, en mi vida. Es así como, cuando voy, por ejemplo, a comprar el pan, compro caramelos para Lucía, que aunque no los pida, los espera ansiosa. O cuando voy a la librería, pido: "Figuritas para Lucía", y el librero sabe: las de Winnie Poh, o de animalitos...
Entonces, hablar de mi también es hablar, un poco, de vos. De lo que sos como persona, de lo que querés ser más adelante... en todo, y como pueda, voy a habitarte un poco.
No confundas, Lucía, no confudas. No dije "invadirte", sí dije "habitarte"... es mi sinónimo para decirte "yo te apoyo", "yo te ayudo" "yo te comprendo" o "yo te enseño".
Y ahora, tengo que interrumpir esta carta: la Lucía que invade nuestra casa pide a gritos que la ayude con la tarea del jardín.
Y volver a la realidad, una inmensa invasión de figuritas de winnies, de animalitos, de pegotes de caramelos, de rulos desparramados, de cachetes colorados...

e diel, 17 qershor 2007

Querida Lucía,

Estuve pensando que estoy sobrellevando esto de ser madre con un dramatismo terrible, y temo que sea fuera de lo común.
Hoy viniste, -rulos alborotados por el viento otoñal-, y me dijiste, muy seria, como nunca, seria:
"¿Te acordás que vos me dijiste que te tengo que contar todo?".
"Si", te contesté yo, mientras rompía un huevo para la pasta frola de la tarde.
"Bueno, te tengo que decir algo", dijiste, todavía más seria, y el corazón me dió un vuelco, me quedó en la garganta latiendo tan fuerte, que casi me asfixio.

Nos sentamos en la mesa, la de la cocina, y mientras el calorcito del horno te sonrojaba los cachetes, me contaste que te gustaba un chico. Que era un poco más grande que vos. Que tenía unos ojos verdes impresionantes.Que te daba mucha verguenza verlo, pero que siempre querías verlo aunque sea pasar por la vereda, mientras vos te escondías en el ligustro para que no te viera viéndolo.
"Bueno, Luci, no está mal que te guste un chico, pero todavía sos muy chica para pensar en esas cosas", te dije.
Y ahi estaba yo, de nuevo, la madre liberal diciendoté las cosas más costumbristas que existen. Dándote respuestas que no te satisfacían. Quizás, decepcionandoté un poco. O mucho...

Y es que me dio tanto miedo, pero tanto!. De repente y como por arte de magia, se me vinieron a la cabeza diferentes situaciones:vos diciendome que tenés novio, vos diciendome que estás pensando en irte a vivir sola, vos diciendome que te casás... El vértigo en el estómago es inmenso cuando pienso en esas cosas, y peor cuando pienso que no puedo retenerte, que sos una niñita libre y que después serás una mujer libre. Y que el tiempo pasa tan rápido que me gustaría agarrarlo fuerte, con las dos manos y tirarlo para este lado - el mío - .
Pero sería una estupidez tremenda...

Y me contento en saber que sos una nena felíz, que sabe lo que quiere aún teniendo 4 años y que sabe que la quiero, a pesar de ser yo tan estúpida a veces...

e shtunë, 9 qershor 2007

Lucía de mi vida:

Hoy estoy enojada con vos, por que te enojaste conmigo.
Viniste a hacerme un cuestionamiento, que lo pensé absurdo un momento, pero después recordé que alguna vez yo también se lo hice a mi madre. Lo que no recuerdo es si ella se enojó conmigo, o no.
Me preguntaste, con los cachetes caídos por el enojo, y un puchero en la cara como cuando estás por largarte a llorar, "¿Por qué me pusiste Lucía?, ¿Por qué no me llamo como Carolina? ¡Yo quería llamarme Carolina!"...
...Y es que acaso sos muy chica para que mi respuesta pueda contentarte y sacar de tu carita esa expresión de enojo (que a veces te hace ver muy graciosa).
Te llamás Lucía, no desde que naciste, sino desde mucho antes. Ni siquiera cuando eras un ser diminuto, sin forma de Lucía, ni ojos de Lucía, ni rulos de Lucía...
Te llamás Lucía desde mucho antes de ser persona, de tener las manitos chiquitas de dedos largos, de los cachetes colorados, de los huequitos en la comisura de los labios.
Te llamás Lucía desde que eras un sueño, un sueño tan mío como ninguno. Desde la primera vez que te pensé y que te imaginé chiquita y con rulos. Es como si tuvieras un documento de identidad aún antes de nacer.
Y en esto voy a ser terminante, como casi con ninguna otra cosa. Te llamás Lucía, y punto. Carolina se llama Carolina por que su mamá la imaginó Carolina desde antes de nacer, o no. Pero vos te llamás Lucía y es de la única forma que podrías llamarte, por que ese nombre te describe, te dibuja en mi imaginación desde que empecé a pensarte y a quererte. Por que tenés cara de Lucía, cuerpo de Lucía, carácter de Lucía. Por que si volvieras a nacer, te volvería a llamar Lucía.
Y eso es suficiente para no llamarte ni Carolina, ni Natalia, ni Josefa, ni Candelaria.

Y aunque tu madre está, todavía, un poco enojada, te quiere con el corazón.