e martë, 31 korrik 2007

A Lucía:

"Te la mando enterita", dijo tu abuela. Y por suerte, así viniste.
Al menos, a primera vista ya no estabas más fragmentada entre el centro y el sur.
Tenías dos ojos rasgados de pestañas larguísimas, dos brazos flacos, todos los mismos dientes que tenías al irte, los rulos alborotados... como siempre.

"Te la mando enterita", dijo tu abuela, sin darse cuenta Lucía, que, volvías con medio corazón.

Llegaste arrastrando el bolso y con una sonrisa nostágica digna de las actrices de las películas esas, donde los protagonistas muy enamorados tienen que separarse.
Después de mucho insistir, abriste tu boca roja y salada por el agua de mar, y dijste: "Se llama Martín" (¿cuántos años tiene? ¿qué hace? ¿de dónde lo sacaste?). "...tiene 12 años, va al colegio ¿qué va a hacer?...".
Y tu mirada clavada en la ventana de la cocina, mirando la oscuridad del mar.
Pero ¿y qué hicieron?... "... ay mamá, no jodas", y te fuiste a tu habitación amarilla, ahora amarilla opaca...
Y me quedé ahi parada, mirando la puerta que cerrarse después de pasar tu cuerpo fantasmagórico.
No supe si retarte, por contestarme como a las madres no se debe.
No supe si aconsejarte, pues no me estabas pidiendo consejo.
Decidí ir, y abrazarte.

Entré despacito.
Escribías una carta que en el encabezado decía:
"Martín de mi vida".
Me senté al lado tuyo y te sequé una lagrimita, te di un beso en la frente mientras te ahogabas en un llanto que no sabía de respiración.
Tu corazón latía fuerte, por ese Martín que ahora se robaba un poquito de tu cariño y se lo llevaba a cientos de kilómetros.
Mi corazón latía fuerte, por vos Lucía, mi Lucía enamorada, mi Lucía que empieza a saber lo que se siente tener el corazón fragmentado...

Tu abuela llamó esta mañana. "¿Viste?", me dijo, "Tanto que te preocupabas y tu hija volvió enterita"...
Pero la abuela no sabe, Lucía, que tenés el corazón incompleto. Y necesitás un Martín que devuelva las partes que le faltan.

Te quiero con el corazón (entero)

e premte, 20 korrik 2007

Lucía...

Cada noche miro por la ventana al mar, y no hago más que extrañarte.
Hace una semana que te fuiste a Córdoba, a pasar un tiempo con la familia... una semana que parece una vida!.
Pero vos estabas ¡tan contenta!. Tu primer viaje sola, con mil recomendaciones, que el abrigo, que no hablar con los extraños, que no te bajes del colectivo hasta que tengas frente tus narices la terminal naranja de Córdoba, que duermas a la noche, que me llames cuando llegues...
Y el corazón en la garganta durante 18 horas...( ¿por qué no la habré mandado en avión y en una hora llegaba, sana y salva?)... hasta que -¡por fin!- el "ring" del teléfono anuncia las buenas noticias: que llegué bien mamá, que no llores, si yo estoy bien, que tu nena está preciosa, que tiene tus rulos, ah!, pero las pestañas del padre!, que nos vamos a almorzar, después te llamamos.
Y yo con el teléfono, frente a frente, sintiendo lo que es tenerte lejos.
Y desde ahí, cada noche a mirar por la ventana tomando mi café nocturno, escribiendo algún mail, trabajando un poco, pero siempre pensando en vos Lucía.
Lucía que se fragmenta, entre el sur y el centro.
Lucía que se va, pero se queda, por que estás en la casa aún ausente. Estás en tus cosas, en las manchas de la pared, en las pantuflas al lado del sofá, en la tarea del colegio sin terminar ("¡cuando vuelva la hago!")...
Lucía con una pierna en su tierra amada, y otra en su tierra natal.
Lucía cruzando fronteras...

e shtunë, 7 korrik 2007

Dedicada a mi amigo Ema,
que apoya este blog, peleas de por medio,
desde el principio...


Querida Hija:


El aire de mar nos hizo bien.
Hoy me siento felíz de haber desoído las malas vibras de aquellos que llevan la claustrofobia en alma, y no soportan las brisas saladas.

Hoy no te veo, ya, entre cajas, ¡no entrarías! (no, Lucía, no te estoy diciendo gorda, no seas obsesiva con eso).
Hoy te veo entre cuadernos y lapices, uno negro y doce de colores.
Concentrada en esas divisiones odiosas, que "no son complicadas, mamá"... pero yo las odio. Vos te das cuenta, aunque no te lo diga, por mi cara de pocos amigos, cuando venís con la tarea de matemática.
Fijate, Lucía, que ya estás "un poco grande".
Que la ropa te queda corta en los tobillos y en las muñecas, y ni hablar de tu ombligo al aire.

Ya estás un poco grande como para ir solita al almacén de la esquina, para andar en bicicleta por la vereda, para no usar las rueditas.
El aire de mar te hace crecer, Lucía. Crecés para arriba, como se debe.
Pero crecés también para adentro, y eso me hace sentir el pecho inflado de orgullo.

Fijate, Lucía, que ya me tomo más en serio lo de "los novios".
Pero no tan en serio como vos y tu amiga, Julieta. "Andate, que estamos hablando cosas de novios", me decís cuando viene , y se ponen a cuchichear.
Pero después sacan las muñecas y juegan a "la mamá", entonces todo se vuelve mucho más inocente.

Fijate Lucía, pasó ya un tiempo, y contra todos los pronósticos, ahora sabemos que hicimos bien. Que tenemos por delante tanto mar, tanto cielo, y tantas cosas por vivir. Vos, aprendiendo como hasta ahora. Y yo, aprendiendo a ser madre, por que eso también se aprende Lucía, no te creas que todo es tan fácil.
Y de cara al viento helado (el que me hace sentir viva), me despido hasta la próxima carta... tal vez mañana, tal vez en un tiempo más... ¿quién sabe?...

Te quiere, tu madre...

e diel, 1 korrik 2007

Esta carta está dedicada a una amiga
que cumplió años ayer, 30 de Junio.
A la que vive en el mar con su hija Lucía,
(la de carne, hueso y corazón)
y con la que, por esas cosas, la vida se encargó
de "juntarnos", compartiendo relatos hermosos...
Un beso, Ale!, y que hayas pasado un cumple felíz!!!

Querida hija...

...la nueva vida nos tiene entre sus brazos, nos sacude ante el mar, y nos seca las lágrimas cuando extrañamos a algún ser querido muy lejano.
Pero todo esto no sería lo mismo sin vos, Lucía.

Mudanzas, hubo miles en mi vida (quizás no tantas, pero sí demasiadas). Pero ninguna guardó en sus cajas a una pequeña de rulos despeinados, trasnformándolas en naves espaciales o en mansiones suntuosas. Ninguna tuvo tantos juguetes, de los comprados y de los hechos a mano, tantos osos de tela, de peluche, de toalla. Tantos bloques de madera, tantas acuarelas ni tantos libros de cuentos. Ninguna... excepto esta.

Hoy pintamos la casa ("la casita de las sirenas", dirías vos).
Te levantaste temprano, casi con el primer rayo de sol, y me viniste a despertar con besos inquietos. ¡Qué ganas de decirte: vení Lucía, vamos a dormir un poquito más!, pero en cuanto me viste despegar el ojo derecho, saliste corriendo y volviste con unos pinceles que habíamos comprado para nuestro emprendimiento de fin de semana. Supe que era imposible decirte que no.
Pintamos celestes las habitaciones ("como el mar y el cielo de acá, mamá"), y el living de amarillo ("como el sol de mediatarde, Lucía"). Y al final del día, te tenía con los rulos revueltos de color celeste mar, y las manos amarillas sol de mediatarde...¡mi Lucía bicolor!.
Y nos sacamos una foto, para recordar este día para siempre.
Pero no hace falta, Lucía, con foto o sin foto, nunca me olvidaría. Por que sin vos esta nueva vida no existiría. No existirían los amaneceres con ruido de mar, ni los desayunos en la cama con el cielo más celeste de fondo, ni los picnic en la playa, ni los atardeceres con colas de ballena asomando desde el mar.

Hoy se me ocurrió decirte, por si acaso alguna vez me olvido, por si se me pasa de largo, por si algo me distrae... gracias Lucía!, por soñar conmigo un poco más...

Un beso enorme, con gustito a mar...