e premte, 20 korrik 2007

Lucía...

Cada noche miro por la ventana al mar, y no hago más que extrañarte.
Hace una semana que te fuiste a Córdoba, a pasar un tiempo con la familia... una semana que parece una vida!.
Pero vos estabas ¡tan contenta!. Tu primer viaje sola, con mil recomendaciones, que el abrigo, que no hablar con los extraños, que no te bajes del colectivo hasta que tengas frente tus narices la terminal naranja de Córdoba, que duermas a la noche, que me llames cuando llegues...
Y el corazón en la garganta durante 18 horas...( ¿por qué no la habré mandado en avión y en una hora llegaba, sana y salva?)... hasta que -¡por fin!- el "ring" del teléfono anuncia las buenas noticias: que llegué bien mamá, que no llores, si yo estoy bien, que tu nena está preciosa, que tiene tus rulos, ah!, pero las pestañas del padre!, que nos vamos a almorzar, después te llamamos.
Y yo con el teléfono, frente a frente, sintiendo lo que es tenerte lejos.
Y desde ahí, cada noche a mirar por la ventana tomando mi café nocturno, escribiendo algún mail, trabajando un poco, pero siempre pensando en vos Lucía.
Lucía que se fragmenta, entre el sur y el centro.
Lucía que se va, pero se queda, por que estás en la casa aún ausente. Estás en tus cosas, en las manchas de la pared, en las pantuflas al lado del sofá, en la tarea del colegio sin terminar ("¡cuando vuelva la hago!")...
Lucía con una pierna en su tierra amada, y otra en su tierra natal.
Lucía cruzando fronteras...