Dedicada a mi amigo Ema,
que apoya este blog, peleas de por medio,
desde el principio...
Querida Hija:
El aire de mar nos hizo bien.
Hoy me siento felíz de haber desoído las malas vibras de aquellos que llevan la claustrofobia en alma, y no soportan las brisas saladas.
Hoy no te veo, ya, entre cajas, ¡no entrarías! (no, Lucía, no te estoy diciendo gorda, no seas obsesiva con eso).
Hoy te veo entre cuadernos y lapices, uno negro y doce de colores.
Concentrada en esas divisiones odiosas, que "no son complicadas, mamá"... pero yo las odio. Vos te das cuenta, aunque no te lo diga, por mi cara de pocos amigos, cuando venís con la tarea de matemática.
Fijate, Lucía, que ya estás "un poco grande".
Que la ropa te queda corta en los tobillos y en las muñecas, y ni hablar de tu ombligo al aire.
Ya estás un poco grande como para ir solita al almacén de la esquina, para andar en bicicleta por la vereda, para no usar las rueditas.
El aire de mar te hace crecer, Lucía. Crecés para arriba, como se debe.
Pero crecés también para adentro, y eso me hace sentir el pecho inflado de orgullo.
Fijate, Lucía, que ya me tomo más en serio lo de "los novios".
Pero no tan en serio como vos y tu amiga, Julieta. "Andate, que estamos hablando cosas de novios", me decís cuando viene , y se ponen a cuchichear.
Pero después sacan las muñecas y juegan a "la mamá", entonces todo se vuelve mucho más inocente.
Fijate Lucía, pasó ya un tiempo, y contra todos los pronósticos, ahora sabemos que hicimos bien. Que tenemos por delante tanto mar, tanto cielo, y tantas cosas por vivir. Vos, aprendiendo como hasta ahora. Y yo, aprendiendo a ser madre, por que eso también se aprende Lucía, no te creas que todo es tan fácil.
Y de cara al viento helado (el que me hace sentir viva), me despido hasta la próxima carta... tal vez mañana, tal vez en un tiempo más... ¿quién sabe?...
Te quiere, tu madre...
Hoy me siento felíz de haber desoído las malas vibras de aquellos que llevan la claustrofobia en alma, y no soportan las brisas saladas.
Hoy no te veo, ya, entre cajas, ¡no entrarías! (no, Lucía, no te estoy diciendo gorda, no seas obsesiva con eso).
Hoy te veo entre cuadernos y lapices, uno negro y doce de colores.
Concentrada en esas divisiones odiosas, que "no son complicadas, mamá"... pero yo las odio. Vos te das cuenta, aunque no te lo diga, por mi cara de pocos amigos, cuando venís con la tarea de matemática.
Fijate, Lucía, que ya estás "un poco grande".
Que la ropa te queda corta en los tobillos y en las muñecas, y ni hablar de tu ombligo al aire.
Ya estás un poco grande como para ir solita al almacén de la esquina, para andar en bicicleta por la vereda, para no usar las rueditas.
El aire de mar te hace crecer, Lucía. Crecés para arriba, como se debe.
Pero crecés también para adentro, y eso me hace sentir el pecho inflado de orgullo.
Fijate, Lucía, que ya me tomo más en serio lo de "los novios".
Pero no tan en serio como vos y tu amiga, Julieta. "Andate, que estamos hablando cosas de novios", me decís cuando viene , y se ponen a cuchichear.
Pero después sacan las muñecas y juegan a "la mamá", entonces todo se vuelve mucho más inocente.
Fijate Lucía, pasó ya un tiempo, y contra todos los pronósticos, ahora sabemos que hicimos bien. Que tenemos por delante tanto mar, tanto cielo, y tantas cosas por vivir. Vos, aprendiendo como hasta ahora. Y yo, aprendiendo a ser madre, por que eso también se aprende Lucía, no te creas que todo es tan fácil.
Y de cara al viento helado (el que me hace sentir viva), me despido hasta la próxima carta... tal vez mañana, tal vez en un tiempo más... ¿quién sabe?...
Te quiere, tu madre...