Querida Lucía:
El aire del sur nos curtió la cara y las manos. Tenemos sal hasta en el alma, y tenemos el corazón enamorado del mar.
Cada vez que te miro metiendo "las patas" en el agua helada, me acuerdo de la primera vez que te animaste a enfrentar las olas. Tenías 5 años, la emoción a flor de piel y un shortcito a cuadros.
Sí, me acuerdo de todo eso por que fue una de las muchas veces que me dijiste "¡Mirá mamá!, ¡voy caminando sola al mar!", y con "cara de frío" y una sonrisa en la boca, te adentrabas a tu aventura hasta que el agua te llegaba a la cintura y me veía en la obligación de ir al rescate.
Hasta que vos tomaste confianza en tu amigo, el mar, y en vos misma.
Hasta que yo tuve confianza en ambos, como para dejar que vayas sola, incluso conmigo en la casa, mirandote desde la ventana grande.
Ahora metés "las patas" en el agua helada, y rápido te zambullís soportando el frío y disfrutando del romance que guardás con el mar.
Pero ya no sos tan chiquita... ya no sos chiquita, Lucía.
Tus piernas se volvieron largas, interminables. Y tus rulos se transforman en ondas, perfectas como las del mar. Tus pestañas, largas como siempre, guardan unos ojos que saben de amores y desamores. Tus manos inspiran la confianza de quienes las toman entre las suyas.
Me llena de alegría que la gente te quiera, Lucía. Me llena de alegría ese novio tuyo ,que es flor de bombón, y te llama "mi ángel". Nunca mejor definida: un ángel.
"¿Cómo es ser madre?", me preguntás... ... y Yo, con el orgullo hasta en los poros, presintiendo que, tal vez, tengas un nuevo plan de vida...
Te quiero mucho, hija.
PD: solamente cuando seas madre lo vas a entender, pero puedo adelanterte que es lo más maravilloso que puede pasarte. Tener un hijo es volver a nacer, y a crecer.
Cada vez que te miro metiendo "las patas" en el agua helada, me acuerdo de la primera vez que te animaste a enfrentar las olas. Tenías 5 años, la emoción a flor de piel y un shortcito a cuadros.
Sí, me acuerdo de todo eso por que fue una de las muchas veces que me dijiste "¡Mirá mamá!, ¡voy caminando sola al mar!", y con "cara de frío" y una sonrisa en la boca, te adentrabas a tu aventura hasta que el agua te llegaba a la cintura y me veía en la obligación de ir al rescate.
Hasta que vos tomaste confianza en tu amigo, el mar, y en vos misma.
Hasta que yo tuve confianza en ambos, como para dejar que vayas sola, incluso conmigo en la casa, mirandote desde la ventana grande.
Ahora metés "las patas" en el agua helada, y rápido te zambullís soportando el frío y disfrutando del romance que guardás con el mar.
Pero ya no sos tan chiquita... ya no sos chiquita, Lucía.
Tus piernas se volvieron largas, interminables. Y tus rulos se transforman en ondas, perfectas como las del mar. Tus pestañas, largas como siempre, guardan unos ojos que saben de amores y desamores. Tus manos inspiran la confianza de quienes las toman entre las suyas.
Me llena de alegría que la gente te quiera, Lucía. Me llena de alegría ese novio tuyo ,que es flor de bombón, y te llama "mi ángel". Nunca mejor definida: un ángel.
"¿Cómo es ser madre?", me preguntás... ... y Yo, con el orgullo hasta en los poros, presintiendo que, tal vez, tengas un nuevo plan de vida...
Te quiero mucho, hija.
PD: solamente cuando seas madre lo vas a entender, pero puedo adelanterte que es lo más maravilloso que puede pasarte. Tener un hijo es volver a nacer, y a crecer.